¡Es cuanto!

Cuando era pequeña no soñaba en ser adulta. Soñaba en salir en la televisión, bailar, cantar, actuar…

No sé si sea un sueño común de muchos niños que crecimos en los 70’s, el auge de Televisa, claro que se convirtió en el cuarto poder…

La adolescencia fue diferente, para mí fue tardía y difícil, pero lo superé… Hasta ese momento cobró relevancia la palabra independencia.

Ser independiente, hacer lo que tu voluntad te mande, estar por tus propios medios y vivir tu vida así, como tuya, para mí no era un sueño sino una necesidad, casi de supervivencia.

Ser independiente, el sueño de unos, la necesidad de otros y la única opción para muchos más.

La falacia de la independencia se une a la utopía de la libertad. Nunca se es del todo independiente ni del todo libre.

Existen codependencias emocionales, sociales, culturales, económicas, laborales… en fin, cada rol es una posibilidad.

Y, respecto al manejo de nuestra libertad, es casi gracioso creer que somos libres al cien por ciento.

Y es que, como idea, es muy buena. Como idea, sí. Como ideal.

Pero, conforme pasa el tiempo y la adolescencia nos va abandonando y, la bienvenida a la adultez, es una buena dosis de realidad.

La realidad nos ubica y el tiempo histórico nos determina de muchas formas. Independencia, libertad, luchar por los ideales…

Esta práctica, este ambiente, esta forma de vida ya no es tan común en la actualidad.

Un viva México, un 2 de octubre no se olvida cobran diluidos significados con una tristeza trunca por la esperanza del renacer, del revalorar y de la tardía conciencia o de la juvenil energía que apuesta al futuro mirando de soslayo el pasado…

La independencia y la libertad… dos ideales, dos palabras, miles de vidas en prenda, ríos de sangre, llantos maternales, la tortura que grita, el arma que hiere y la Patria que de luto observa.

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Gali Marce Llanos… Eva en Cármina después de la era. (CEDANza)

Septiembre se nos escurre entre las manos de la fiesta que proviene de la guerra y da la bienvenida a un octubre de la lucha estudiantil a medio siglo de la matanza de Tatelolco.

Dos de octubre no se olvida, la V de la victoria y el corazón henchido de frustración porque la vida, la historia, la cotidianidad dan vueltas en círculos y no hay avance que convenza o haga justicia a los caídos.

Un septiembre de dolor y de solidaridad… y retiemble en sus centros la tierra nunca había sido tan real y tan significativo.

La Patria particular, esa que vive en cada uno de nosotros y que cada quien vive como quiere, nos está gritando y algunos siguen sin escuchar.

El sordo corazón, la ciega consciencia, la lisiada razón y la muda justicia… son como personajes viejos que no paran de hacer audiciones para salir en los programas que la masa prefiere ver en televisión abierta o Netflix… pero no. No dan el tipo para los personajes de las historias actuales, el casting no es para ellos, tendrán que esperar hasta que renuncien o hasta que los ojos mexicanos, orgullosos, dignos, valiosos y llenos de luz y belleza decidan contar muchas historias más. Con argumentos distintos a los conocidos, con generaciones que no arrastren el pasado hecho rencor, sino hecho cimiento, ahí, como raíz, como promesa de ser y hacer mejor.

Con la mente en la grandeza de nuestra patria. Porque la Patria somos todos y aún no nos bastamos para ser una raza enteramente digna, sin recovecos ni soslayos, sin trampas ni connotaciones, sin interpretaciones harteras…

Somos tan grandes que a muchos les da miedo asumirlo… es normal… tan normal como el gran miedo a volar cuando toda la vida se ha permanecido en una jaula…

¡Es cuanto!